Los pasos rotos

viernes, julio 25, 2008

Siempre ando tumbos por todos lados, me han enseñado a caminar chueco. Últimamente he hecho tonterías más que de costumbre y es que acostumbro a perder la vida y el alma y todas las cosas que tengo en las manos a la menor provocación.


Yo bailo a solas... bailo sola. Cuando bailo cierro los ojos y procuro no caer, procuro mantenerme linda y equilibrada y sonriente y llena luz... es la única actuación prudente en días hábiles. Las cosas se me salen de las manos como si quisieran alejarse de mi para siempre. Así se fue mi cabello... de mis manos al suelo y del suelo al infinito vasto inmenso tiradero de basura y hoy se pudre junto a unas manzanas que hace un tiempo fueron lindas también.

Soy una azotada señorito, me desquebrajo y quiero pensar que un día destos saldré como un fénix de entre toda la ceniza cochambrosa de estos lugares. 

Adiós pelito, adiós cartera, adiós cochecito y toda esa mierda material me importa tanto... no merezco ser un fénix.

¿Voy a caer o ya estoy cayendo? Me pregunto cada mañana antes de dar ese paso... al abismo... 

El gatito más anónimo del mundo

domingo, julio 20, 2008

Cuando tenía cinco años bailaría en un festival escolar. Algo de Crí crí, no recuerdo la canción en cuestión, pero actuaría el papel de un gato: gris, con cola de terciopelo y una graciosa y hermosísima máscara con chapas, enormes pestañas y bigotes de estameña. Era una máscara genial, no sé qué sucedió con ella. El caso es que bailaría. Estaba inscrito en el turno vespertino. Las mañanas previas despertaba, me vestía con el pequeño traje gris con cola, obviamente gris, de terciopelo y salía a jugar al jardín de mi abuelo. El día del estreno y de mi gran debut como bailarín de canciones infantiles estaba emocionado, saltaba de un lado a otro. Recuerdo perfectamente todo. El olor de los biscochos en la mesa con un mantel blanco bordado con imágenes de frutas (mamey, piña, manzana y uvas), recuerdo las paredes recién encaladas y el fresco y penetrante olor del blanco. Lo recuerdo perfectamente porque corrí desenfadado a la puerta de mi casa, esta tenía un escalón y un pequeño andador de un metro (a mí me parecía enorme esos días) que colindaba con el jardín de mi abue. El caso es que, corriendo, tropecé en el escalón y volé el gran metro hasta la llave de agua que mi abuelo usaba para regar sus azucenas; recuerdo perfectamente el azoro, la inconciencia pasajera, la frialdad del tubo galvanizado y su sabor, recuerdo el sabor del metal porque, al sentir el golpe en mi frente, me puse en posición fetal y mi boca quedó pegada al tubo. Mi madre llegó rápidamente pero el daño estaba hecho. Lloré inconsolable, cómo cualquier niño de cinco años, mamá me cargó y llevó adentro, me dio una concha con leche de chocolate, me sentó en el sillón y se quedó conmigo hasta que dejé de llorar. En la frente presumía un gran chichón, enorme cómo jamás he visto otro. La cosa fue que ese día tenía que bailar. Mamá trató de ponerme la máscara gatuna sin lastimarme, pero esta me quedaba tan ceñida y el chichón era tan grande que el dolor era insoportable; volví a llorar y le dije a mi madre que no bailaría. No recuerdo qué cosa me dijo ni cómo me convenció de hacerlo, pero bailé. Recuerdo los pasos, el dolor que se incrementaba en los saltos, la máscara húmeda por dentro porque el dolor me hacía llorar; de hecho casi no veía por los ojos de la careta. Pero bailé (entiendo porque ahora soy tan malo para bailar)

El caso, señorita, es que lo recordé justo hoy.

Ya ves que llevó mi pequeña máscara de gatito y detrás las lágrimas esperan su arte de tristeza rodando por las mejillas. Ya ves que no veo la desgracia tatuada en los rostros de nadie porque todos llevan su antifaz del día. Ya ves que ese nadie quiere quitársela porque está encariñada con ella. Soy el gatito más anónimo del mundo.

Pero mamá hizo que me levantara y siguiera caminando, bailando es más literal. Ando la vida bailando aunque sea un mal bailarín. Entiendo porqué debo seguir adelante, porqué el peso de tantos desafíos hace que los huesos de mis piernas crujan. Pero hoy quiero dar ese paso que propusiste, no sé a dónde ni cómo, pero eso ya lo descubriré.

Siempre queremos más

martes, julio 08, 2008

Y si. Ultimamente no he podido dejar de escuchar la canción de In the death car de Goran Bregovic con Iggy Pop, cuando la oí por primera vez fue toda una revelación, como si fuera para mi y entonces fue para mi... me dan ganas de bailarla con el Moro para siempre y luego darnos un beso largo para siempre y todo para siempre.

Fue casi la misma revelación (casi porque está la siento más adentro) que cuando escuché la vocecita dulzona de Françoise Hardy y comment te diré adieu me sonaba a promesa y quizá de cierto modo se cumplió. Entonces todo me daba nostalgia. Todo.

Ahora siento que te extraño porque lo hago, me dan ganas de atarantarte con mis tonterías de siempre y que al final ya no sepa ni cómo una cosa llevó a la otra y termine hablando de sandeces sin sentido.

Y te extraño Señorito don Señoro. Extraño de cierto modo a Jinx. Pobrecita, está atrapada en una mala historia que parece nunca terminará. Nunca.

Siento que llevamos harto tiempo sin vernos. Y si.

Mi pelo no crece, como que no le da la gana. A mi me importa y mucho, me siento tan Sanzoniana en este momento. Y es que... cuando me veo al espejo otra niña se asoma y ya quiero que se vaya, mi pelo me traerá de vuelta... un día destos.

Me he hecho adicta la te chai latte desde ese día que me invitaste uno en la cineteca. Fue el primero de miles. Soy tan fan... Karlita y yo encontramos un lugar excelente en la condesa no-caro, en donde dan tes chais lattes y chocolates blancos, saben tan bien tan tan tan bien... y vamos.

Increíblemente me sigue la sombra de la muerte a todos lados. Si voy en el camión pienso que va a chocar o se va a voltear o algo malo en el mundo y voy a morir. El otro día iba sentada en el vagón del metro y vi una bola inmensa de fuego venir hacia nosotros. Nadie se inmutaba, sólo yo hasta la muerte inminente... sentí calorcito de verdad, lo juro. Y no se porqué. Nadie se ha muerto y todo parece ir bien y tengo chochos nuevos, por lo que se lo atribuyo a mi paranoia feliz... In the death car, we're alive!


También me ha llovido señorito y esta llovizna perenne parece no terminar (nunca había ocupado la palabra perenne jeje) pero pasará. Ya habrá tiempo de salir con la cometa, mientras tanto vamos a la cineteca, a estar adentro donde no-nos-mojemos y por más te chai latte.

Siempre hay de dónde romper

lunes, julio 07, 2008

Últimamente llueve tanto que ha empezado a perderse el encanto del agua contra el suelo. Me siento bien, tú, es sólo que extraño cosas de antes. ¿Recuerdas la primera vez que te subiste a una resbaladilla o el modo en que olía el regazo de tu abuelo o la terca sensación de levedad después de un beso (especialmente si te lo han dado sin aviso)? Quiero una cometa y salir al parque a volarla. Ahora todo marcha muy bien pero quiero más. Siempre queremos más. Tengo ganas de un Mcflurry y que me cuentes historias de antes. Quiero hacer esos rompecabezas mentales que imagino cada vez que me cuentas cosas. Quiero hacer esos proyectos de historias que nunca escribirás (y no sé por qué). Quiero que me platiques de Moro y Karlita y Jordi y caminar por ahí sin rumbo. Quiero mi mono de tela.

Quiero ser el niño de siempre.

Supongo que tengo una de esas nostalgias que me dan cuando me siento insatisfecho. Hoy he escuchado a Adriana Varela todo el día. El tango me gusta pero me entristece (aunque eso sea obvio en el tango)

Tengo que reconfigurarme, recoger los pedazos de todos los hechos y las personas a mi alrededor y comenzar de nuevo un rompecabezas. Tienes razón (me gusta cuando tienes esa lucidez de asceta oscurecido) Siempre hay de dónde romper.

Ceniza dentro

martes, julio 01, 2008

Conozco gente que tiene el corazón roto hace varios años. Llevarían más tiempo si pudieran, en general son necios empedernidos. Son románticos irremediables y siempre (invariablemente siempre) amenazan con que se les va a romper el corazón a la menor provocación. Yo no se qué tenga eso de especial. Andar con el ánimo hecho ceniza todo el tiempo y presumir del alma partida.

A todos se nos ha roto el corazón alguna vez. Hace poco vi el momento justo en el que mi mamá le rompió el corazón a mi hermanito con un comentario hosco y terrible. Lo abracé y le acaricié el hombro, luego pues pasó y creo que ha sanado a la perfección.

Y sé que hay cosas terribles y peores que un regañó injusto de la mamá, pero no a esa edad y no conociendo otras cosas y no y no. Y no me explico cómo alguien te ha roto el corazón para siempre señorito. No tiene sentido.

La primera vez que me rompieron el corazón pensé que no habría otra y hubo otra. Siempre hay de dónde romper.

 
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