Blues de siempre

viernes, noviembre 28, 2008

Señorito!! No se. Yo te extraño y ya casi salgo de vacaciones. Sólo una semana más y la libertad y tu y yo y nos podríamos ver si quisieras y yo dispuestísima y estas cosas me ponen nerviosa... los encuentros tras largo tiempo y yo te quiero y te extraño.

No te quiero fuera ¿sabes? espero que tu a mí tampoco ;)

lunes, noviembre 24, 2008

Nada, sólo no tengo ánimos de nada ahora. Te extraño sí. Hace unos días soñé contigo. soñé que te encontraba en la calle y te saludaba y tú me mirabas con cara de hastío y pasabas de largo como si no me conocieras.

Estoy cansado de escribir sandeces. Quiero, es imperioso, estar afuera y hablar, ir y hacer con las personas, no estar aquí a solas, siento que me voy a dar un tiro si me quedo aquí, ahora quiero vivir en la calle con los "otros". Me estoy quedando sin nadie, esa es la verdad, ya no logro intimar, no sé cómo, estoy desapareciendo y es literal.

Quiero verte, pero me da un no sé qué y un miedo pensar que no sabré qué decirte o qué hacer contigo. Este asunto de la lejanía, de, en algún momento, ya no tener nada qué decirnos porque ya no compartimos nada.

ecos en la oscuridad

domingo, noviembre 23, 2008

Finalmente lo abandonaste... Al principio me preguntaba quién de los dos sería el primero y luego pensaba en lo ridícula que me escuchaba... pero has sido tú señorito.

No se dónde estarás ni cómo ni porqué... no se. Nuestro último encuentro fue espantoso, fue como estar juntos por la fuerza y estar juntos de malas y luego de buenas y luego sólo no estuvimos más.

Te lo he dicho ya varias veces pero creo que no me he dado a entender. Te extraño mucho señorito. Y se que ahora soy una chica de horarios y tú un asalariado esquematizado pero no se vale perderte así sin más y yo qué y ach.

Ya no estás...

La niña nueva

domingo, septiembre 14, 2008

Estoy desapareciendo... desaparezco de lunes a viernes y a veces me asomo los fines de semana... si todo sale bien y si el tiempo lo permite. En mi lugar viene esta niña nefanda... pelona, gorda y grosera. Me cae muy mal... de veras mal.


Te extraño mucho señorito... a ti y a mi y a todos.



Yo no sé quien eres y tampoco...

viernes, agosto 29, 2008

Ya te conocí siendo Victoria, no fingiendo, y qué y qué. Ahora no duermo sino hasta el alba. No quiero volver al trabajo. Debo dejar de soñar cosas extrañas: como que soy una de las ranas que Tomás encuentra en su puerta, o que Will me mata con su daga, o que vuelo sobre la ciudad y es distinta, una suerte de mundo paralelo que nada tiene que ver con Pullman y que soñé desde antes, o que hay una guerra y estoy solo, entre los escombros de mi casa, resistiendo la debacle como la pluma de un pajarito frente al huracán.

Yo tampoco quiero que las cosas cambien, señorita, a mí me pasa al revés, yo me voy quedando sin nombres para las cosas. Tengo meses sin escribir nada, me la paso corrigiendo cosas que ya ni siquiera recordaba que había escrito. Creo que he perdido el toque y no vuelve. Quiero encontrar al culpable pero sé, en el fondo, que fui yo, sólo que no sé discernir cuándo y cómo fue que lo perdí.

Ya te conocí siendo Victoria y sentí feo (te digo, no hay toque). Sentí feo porque tú Victoria es muy fuerte y yo me siento como esos niños regañados que no saben porqué los están reprendiendo. Tenía ganas de enseñarte la lengua y salir corriendo y no dejarme atrapar. Luego volví a ser adulto y estallé, pero fue como siempre, bastó una frase para calmarme, siempre ha sido así contigo. No sé por qué y está bien.

Y sí... y sí. Yo no sé quien eres y tampoco soy nadie. Y yo sí sé, (aunque sólo sepa que hoy no sé) sólo hoy sí.

Ocupaciones

sábado, agosto 16, 2008

Y si... y si. 


Volví a empezar y a todo y a todo. Descubrí la raíz de mi azotamiento y ya por fin todo tiene nombre. Y si... no estoy enferma de algo mortal en los pulmones o corazón y sigo teniendo un huequito entre los dientes.

Sigo creyendo que es mejor alejarme un tiempo de mí... creo que soy muy mala influencia, sigo pensando que fue mejor estar lejos de esto y aquello, sigo temiendo a los nuevos sabores y me da pavor el día que ya nada sea igual.

Pero nada es igual.

Y parece por dentro que ya ni modo y parece también un camino chistoso que yo ni siquiera pensaba algún día siquiera mirar y heme aquí, ya más dentro que afuera y ya más lejos que cerca.

Ya todo tiene nombre y ese se supone es el inicio de las cosas... bueno, siempre es el inicio de las cosas y cuando uno muere es el inicio del fin y el fin... aparece sólo en las películas y los cuentos.

Ya las cosas son de colores, ya no sólo hay morado; ya las mañanas empiezan en la mañana y la noche a la hora de dormir. Ya me cansan las pláticas de nada y nada y las veces de fingir y ser "chido". Yo no soy chida, soy Victoria allá y nadie conoce mi doble identidad repartida entre mundos diversos que no se quieren conocer. Ya no soy nadie nadie, ya no se quien soy... y sí se, sólo hoy no.



 

Todos somos unos azotados

miércoles, agosto 06, 2008

Todos somos unos azotados en general así que qué eso no te acongoje ni un pelito (literal y literariamente hablando). Las respuestas son tan obvias y simples que hasta cuesta creerlas. Sí. Los hábitos, la forma en la que uno se condiciona para pensar las cosas, para reaccionar ante las situaciones. Sí. El mundo es muy rudo y me dan ganas de llorar e irme con mi mami (casi lo digo enserio) pero, con todo, hay cosas que están soberanamente bajo mi control y no hago nada al respecto: a qué hora me despierto, la sonrisa con la que recibo a un desconocido, si como una rica lasaña o me voy a pasear en bici al bosque. A dónde voy y con quién hablo, de qué modo configuro mis actos apuntando a qué cosa. Usualmente vamos perdiendo el tiempo con naderías y así se nos va la vida, sin proyectarnos realmente a ningún fin de esos dizque soñados. (Casi nomás me falta decirte “¡Actívate!” como el idioto ese de la tele)

La mayor parte de las veces, después de pensarlo un poco, me doy cuenta que la mayoría de los problemas que me rodean se generan en mi cabeza o son resultado de malos pensamientos o cosas aplazadas o negadas. Raramente el mundo conspira contra mí. Ya sé que soy muy importante, pero enserio, raramente el mundo conspira contra mi, siempre soy yo.

(¿Ya estoy listo para hacer mi caldo de pollo para el corazón o ensalza de apapachos para el alma o algo así? Y no lo digo por ti, es que me sentí muy del club de los oCtimistas)

Los pasos rotos

viernes, julio 25, 2008

Siempre ando tumbos por todos lados, me han enseñado a caminar chueco. Últimamente he hecho tonterías más que de costumbre y es que acostumbro a perder la vida y el alma y todas las cosas que tengo en las manos a la menor provocación.


Yo bailo a solas... bailo sola. Cuando bailo cierro los ojos y procuro no caer, procuro mantenerme linda y equilibrada y sonriente y llena luz... es la única actuación prudente en días hábiles. Las cosas se me salen de las manos como si quisieran alejarse de mi para siempre. Así se fue mi cabello... de mis manos al suelo y del suelo al infinito vasto inmenso tiradero de basura y hoy se pudre junto a unas manzanas que hace un tiempo fueron lindas también.

Soy una azotada señorito, me desquebrajo y quiero pensar que un día destos saldré como un fénix de entre toda la ceniza cochambrosa de estos lugares. 

Adiós pelito, adiós cartera, adiós cochecito y toda esa mierda material me importa tanto... no merezco ser un fénix.

¿Voy a caer o ya estoy cayendo? Me pregunto cada mañana antes de dar ese paso... al abismo... 

El gatito más anónimo del mundo

domingo, julio 20, 2008

Cuando tenía cinco años bailaría en un festival escolar. Algo de Crí crí, no recuerdo la canción en cuestión, pero actuaría el papel de un gato: gris, con cola de terciopelo y una graciosa y hermosísima máscara con chapas, enormes pestañas y bigotes de estameña. Era una máscara genial, no sé qué sucedió con ella. El caso es que bailaría. Estaba inscrito en el turno vespertino. Las mañanas previas despertaba, me vestía con el pequeño traje gris con cola, obviamente gris, de terciopelo y salía a jugar al jardín de mi abuelo. El día del estreno y de mi gran debut como bailarín de canciones infantiles estaba emocionado, saltaba de un lado a otro. Recuerdo perfectamente todo. El olor de los biscochos en la mesa con un mantel blanco bordado con imágenes de frutas (mamey, piña, manzana y uvas), recuerdo las paredes recién encaladas y el fresco y penetrante olor del blanco. Lo recuerdo perfectamente porque corrí desenfadado a la puerta de mi casa, esta tenía un escalón y un pequeño andador de un metro (a mí me parecía enorme esos días) que colindaba con el jardín de mi abue. El caso es que, corriendo, tropecé en el escalón y volé el gran metro hasta la llave de agua que mi abuelo usaba para regar sus azucenas; recuerdo perfectamente el azoro, la inconciencia pasajera, la frialdad del tubo galvanizado y su sabor, recuerdo el sabor del metal porque, al sentir el golpe en mi frente, me puse en posición fetal y mi boca quedó pegada al tubo. Mi madre llegó rápidamente pero el daño estaba hecho. Lloré inconsolable, cómo cualquier niño de cinco años, mamá me cargó y llevó adentro, me dio una concha con leche de chocolate, me sentó en el sillón y se quedó conmigo hasta que dejé de llorar. En la frente presumía un gran chichón, enorme cómo jamás he visto otro. La cosa fue que ese día tenía que bailar. Mamá trató de ponerme la máscara gatuna sin lastimarme, pero esta me quedaba tan ceñida y el chichón era tan grande que el dolor era insoportable; volví a llorar y le dije a mi madre que no bailaría. No recuerdo qué cosa me dijo ni cómo me convenció de hacerlo, pero bailé. Recuerdo los pasos, el dolor que se incrementaba en los saltos, la máscara húmeda por dentro porque el dolor me hacía llorar; de hecho casi no veía por los ojos de la careta. Pero bailé (entiendo porque ahora soy tan malo para bailar)

El caso, señorita, es que lo recordé justo hoy.

Ya ves que llevó mi pequeña máscara de gatito y detrás las lágrimas esperan su arte de tristeza rodando por las mejillas. Ya ves que no veo la desgracia tatuada en los rostros de nadie porque todos llevan su antifaz del día. Ya ves que ese nadie quiere quitársela porque está encariñada con ella. Soy el gatito más anónimo del mundo.

Pero mamá hizo que me levantara y siguiera caminando, bailando es más literal. Ando la vida bailando aunque sea un mal bailarín. Entiendo porqué debo seguir adelante, porqué el peso de tantos desafíos hace que los huesos de mis piernas crujan. Pero hoy quiero dar ese paso que propusiste, no sé a dónde ni cómo, pero eso ya lo descubriré.

Siempre queremos más

martes, julio 08, 2008

Y si. Ultimamente no he podido dejar de escuchar la canción de In the death car de Goran Bregovic con Iggy Pop, cuando la oí por primera vez fue toda una revelación, como si fuera para mi y entonces fue para mi... me dan ganas de bailarla con el Moro para siempre y luego darnos un beso largo para siempre y todo para siempre.

Fue casi la misma revelación (casi porque está la siento más adentro) que cuando escuché la vocecita dulzona de Françoise Hardy y comment te diré adieu me sonaba a promesa y quizá de cierto modo se cumplió. Entonces todo me daba nostalgia. Todo.

Ahora siento que te extraño porque lo hago, me dan ganas de atarantarte con mis tonterías de siempre y que al final ya no sepa ni cómo una cosa llevó a la otra y termine hablando de sandeces sin sentido.

Y te extraño Señorito don Señoro. Extraño de cierto modo a Jinx. Pobrecita, está atrapada en una mala historia que parece nunca terminará. Nunca.

Siento que llevamos harto tiempo sin vernos. Y si.

Mi pelo no crece, como que no le da la gana. A mi me importa y mucho, me siento tan Sanzoniana en este momento. Y es que... cuando me veo al espejo otra niña se asoma y ya quiero que se vaya, mi pelo me traerá de vuelta... un día destos.

Me he hecho adicta la te chai latte desde ese día que me invitaste uno en la cineteca. Fue el primero de miles. Soy tan fan... Karlita y yo encontramos un lugar excelente en la condesa no-caro, en donde dan tes chais lattes y chocolates blancos, saben tan bien tan tan tan bien... y vamos.

Increíblemente me sigue la sombra de la muerte a todos lados. Si voy en el camión pienso que va a chocar o se va a voltear o algo malo en el mundo y voy a morir. El otro día iba sentada en el vagón del metro y vi una bola inmensa de fuego venir hacia nosotros. Nadie se inmutaba, sólo yo hasta la muerte inminente... sentí calorcito de verdad, lo juro. Y no se porqué. Nadie se ha muerto y todo parece ir bien y tengo chochos nuevos, por lo que se lo atribuyo a mi paranoia feliz... In the death car, we're alive!


También me ha llovido señorito y esta llovizna perenne parece no terminar (nunca había ocupado la palabra perenne jeje) pero pasará. Ya habrá tiempo de salir con la cometa, mientras tanto vamos a la cineteca, a estar adentro donde no-nos-mojemos y por más te chai latte.

Siempre hay de dónde romper

lunes, julio 07, 2008

Últimamente llueve tanto que ha empezado a perderse el encanto del agua contra el suelo. Me siento bien, tú, es sólo que extraño cosas de antes. ¿Recuerdas la primera vez que te subiste a una resbaladilla o el modo en que olía el regazo de tu abuelo o la terca sensación de levedad después de un beso (especialmente si te lo han dado sin aviso)? Quiero una cometa y salir al parque a volarla. Ahora todo marcha muy bien pero quiero más. Siempre queremos más. Tengo ganas de un Mcflurry y que me cuentes historias de antes. Quiero hacer esos rompecabezas mentales que imagino cada vez que me cuentas cosas. Quiero hacer esos proyectos de historias que nunca escribirás (y no sé por qué). Quiero que me platiques de Moro y Karlita y Jordi y caminar por ahí sin rumbo. Quiero mi mono de tela.

Quiero ser el niño de siempre.

Supongo que tengo una de esas nostalgias que me dan cuando me siento insatisfecho. Hoy he escuchado a Adriana Varela todo el día. El tango me gusta pero me entristece (aunque eso sea obvio en el tango)

Tengo que reconfigurarme, recoger los pedazos de todos los hechos y las personas a mi alrededor y comenzar de nuevo un rompecabezas. Tienes razón (me gusta cuando tienes esa lucidez de asceta oscurecido) Siempre hay de dónde romper.

Ceniza dentro

martes, julio 01, 2008

Conozco gente que tiene el corazón roto hace varios años. Llevarían más tiempo si pudieran, en general son necios empedernidos. Son románticos irremediables y siempre (invariablemente siempre) amenazan con que se les va a romper el corazón a la menor provocación. Yo no se qué tenga eso de especial. Andar con el ánimo hecho ceniza todo el tiempo y presumir del alma partida.

A todos se nos ha roto el corazón alguna vez. Hace poco vi el momento justo en el que mi mamá le rompió el corazón a mi hermanito con un comentario hosco y terrible. Lo abracé y le acaricié el hombro, luego pues pasó y creo que ha sanado a la perfección.

Y sé que hay cosas terribles y peores que un regañó injusto de la mamá, pero no a esa edad y no conociendo otras cosas y no y no. Y no me explico cómo alguien te ha roto el corazón para siempre señorito. No tiene sentido.

La primera vez que me rompieron el corazón pensé que no habría otra y hubo otra. Siempre hay de dónde romper.

Verano intranquilo

domingo, junio 15, 2008

Cuántos veranos intranquilos llevo cocinando a fuego lento esta idea en mi cabeza y todavía no sé cómo decirla siquiera. Mal augurio para un poeta.

Tengo horas escuchando Greatest. Me acabo de quitar una hoja seca del cabello, de la charla de hoy en el parque, del viento elevando estas pequeñas naves hacia la tumba de la tierra. Lo cierto es que fueron semilla y crecieron y se apartaron del árbol y, por un instante, se proyectaron sobre la rabia del viento de la tarde nublada... luego nada.

Cuando me despedí Dávil marcó. “No nos quedan tantas noches como quisiéramos”, dijo, “No”, digo. “Así que, men, vamos a brindar por ello”. “No”, digo, cuelgo. Voy a un teléfono público y le hablo a Yuni. “Tengo roto el corazón”, digo. Dice “No sé de qué hablas... yo aún lo tengo guardado, aquí, conmigo”. “No seas tonta Yu”. Silencio. Detrás la lluvia y los coches ensordeciendo la charla. “Me han roto el corazón sin saberlo”. Cuelgo y voy a casa. ¿Cómo podría atreverme siquiera a robarle un beso, señorita?

Cuántos veranos intranquilos llevo cocinando a fuego lento esta idea en mi cabeza.

Y de nuevo, no es esta mujer.

Besos robados

domingo, junio 01, 2008

A ciencia cierta no sé qué bocas se hayan quedado con los besos que me quitaron, de esos besos que tenía celosamente reservados para otros labios.

Un día me levanté y salí de mi casa como otros días, pretendí ser alguien más y entonces fui confundida con alguien más. Algún aprovechado, que se escondía tras máscara de amigo intuyó de mi parte que no iba a denunciar el robo. Jugamos a ser alguien más. Yo era una idiota y él un cínico. Entonces pasó, se acercó rápido y furtivo a mis labios pintados del color de una paleta de hielo de cereza. Se acercó a mis labios aun fríos, a mi lengua pintada de muchos sabores, al verano intranquilo que se cocinaba a fuego lento en mi cabeza. Lo hizo y para colmo mal. Me robó un beso y no podía quitarme la sensación de asco y ganas de llorar por lo perdido. Me robó un beso pero tal vez no fue lo significativo, sino que al hacerlo lo haya hecho con tanta displicencia como si no lo hubiera querido desde un principio. La sopa me supo mal ese día y algunos más, quise entonces pretender que nada había pasado pero es díficil jugar a eso... no supe fingir.

No hubo reclamos... no levanté ningún acta ni fui a la delegación, no fui a las cosas perdidas ni a la buenos aires o a tepito a ver si por ahí andaba. No hice nada.

Otros besos robados fueron distintos... los di conciente de que no los recuperaría jamás... pero ese, ese lo quiero de vuelta.

El universo en las entrañas

sábado, mayo 31, 2008

Cuando era niño el universo era el prado frente al rancho de mi abuelo. El cielo mascaba las nubes y parecían recortes de crepé mal puestos sobre el papel añil. Invariablemente el universo crece conforme uno va creciendo. Los amigos de la escuela ya no viven a la vuelta de la cuadra sino en partes distantes de esta ciudad o lejos donde los recorridos habituales son de por lo menos una hora. Amigos dejan de serlo o vuelven. El universo parece crecer. Algunos se marchan lejos y se van disolviendo tras alguna llamada telefónica o carta o el saludo a distancia de algún tercero. El universo parece crecer en tanto que llegan otras personas y uno deja de ser el mismo siendo aquello que los mazazos del tiempo van forjando sobre la piel, aunque uno parezca ser el mismo. De pronto el universo ya no tiene esas dimensiones catastróficas de planetas y nebulosas. Todo se reduce al infinito universo de las entrañas. La nostalgia por los tiempos de las escapadas de días con colegas, los besos robados, el vértigo de los días.

Uno va por ahí con la identidad de lo común tatuada a fuerza de los años en el rostro. Nada me diferencia de los otros. Nadie sabe que un día fui grande sobre el escenario contando palabras o que fui una pequeña rata de campo llorándole mis secretos a una mujer desconocida frente a una fogata. El amigo que murió de una sobredosis, el imbécil que se burló de mí por escribirle poemas a una mujer, la salida del sol en Isla Mujeres con los pies deshechos y la dama amada en brazos de otro. La manía de llorar en el baño después de hacer el amor. Qué hermoso y solitario es el universo que llevo en el pecho. Supongo que cualquiera diría lo mismo del suyo.

Ahora sólo lo quiero contemplar, al menos por esta noche.

Chimeneas bucales

lunes, mayo 26, 2008

Cuando era más joven, en época de invierno hacía con mi aliento tibio pequeñas nubecitas de vaho por la escuela, por la calle, por la casa... en el recreo, en la comida, en misa... siempre. A veces pretendía ser un tren, algunas otras fumaba un cigarro imaginario que en verdad si sacaba humo. En los viajes largos de carreteras interminables, usaba los cristales del coche como hojas de cuaderno, mi dedo era el pincel y el vaho, la tinta con la que formaba toda clase de sandeces. Varias veces fui castigada por llenar de grasa de piel los cristales, que quedaban empañados por tanta tontería.

Yo sacaba humo y nubes y vapor y cielo de adentro. Yo tenía el universo en las entrañas.

Café frío

martes, mayo 20, 2008

El café frío o la cerveza caliente siempre son señales inequívocas de largas esperas o de olvidos. El último gran café frío que tomé fue hace unos seis años, era un día lluvioso, divino, gris, las personas pasaban a prisa, yo las miraba transitar por la ventana húmeda y llena de vaho; ya sabes, de esas tardes que ni mandadas a hacer para la espera o la derrota o la melancolía, o más bien todo junto.

No sé por qué no terminé esa tasa y pedí muchas más, supongo que el patetismo de aquella fría y medio vacía eran más acordes con el instante. No es de extrañarse, para hacer más trillado el momento, que estuviera esperando a una mujer. Todavía recuerdo el cabello ondulante y la premura de dos hombros al abrir a prisa la puerta, como para evitar la lluvia, el adorable abrigo rojo que tan bien le quedaba, el corazón, mi corazón dando vuelcos, porque la espera había terminado, y, luego de la gran sonrisa que debí haber esbozado, el segundo, el fragmento, el pequeño momento de gran vacío cundo ella giró y pude ver su rostro, oh, y la desilusión al descubrir que no era ella. Y sí, para no hacer larga y pesada la historia, efectivamente, ella nunca llegó.

Y ¿Dónde está el olvido?

La he vuelto a ver, alguna vez, de esos encuentros eventuales en cualquier parte, que a cualquiera le ocurren, y sigo sin poder preguntarle por qué ese día no llegó a nuestra cita; pero es que siempre se me olvida preguntarle y siempre lo recuerdo después.

Ahora mismo tengo una tasa casi vacía y fría delante de mí.

Peiser stories

lunes, mayo 19, 2008

Odio manejar. Lo aborrezco tanto como al café frío o las cervezas calientes. Lo odio. Simplemente ya no sé qué es peor: manejar o el transporte público.

Hace unos meses de mucha lluvia y pocas ganas de salir, fui a un remotísimo lugar del que regresar eran ganas de teletransportarse o morir. Primero metro en hora pico. Blargghh. Sudor ajeno, cuerpos pegados, calientes y húmedos. Bolsas que raspan, niños llorando y no falta el que te agarra la nalga (o lo que se encuentre en su camino).

Cuando salí mi ropa estába húmeda, después se secó. Mi ropa quedó tiesa. Argggghhhh.

Me bajé en División del Norte, caminé hacia eje 6 pensando en tomar el pesero que me deja en la esquina de mi casa. La gente aglomerada en la esquina, se subió de golpe al primer camión que se paró. Decidí esperar entonces al siguiente. Fue una malísisisisisisisima idea. El chofer tenía diciseis años, quizá un poco más. Su ayundante, que venía trepado como un mico sobre la caja del motor aparentaba más edad, pero a juzgar de su comportamiento le calculé menor edad que la del chofer. Me recibió las monedas con un piropo ilegible. No le di importancia. El camión no venía vacío pero quedaban algunos asientos libres. Me senté y me puse los audifonos esperando llegar a mi casa, cenar, tal vez ver una película y después dormir. Me vi en la cama.

El tiránico púber que manejaba la "unidad", trataba a las personas con el mayor desprecio posible. A una señora entrada en años le aventó el cambio, éste rodó y se cayó del pesero. El mozalbete alegó que no fue su culpa y la dejó sin moneditas. Ach.

A la altura de eje 6 y la Viga dimos un giro inesperádo que nos sacó de la ruta. Dimos vuelta a la izquierza y después sobre Eje 5 en sentido contrario. Nos fuimos así hasta que al maldito púber casi lo detiene una patruya y dimos vuelta en una calle extraña, solitaria y misteriosa. Odié al chofer con todo mi hígado.

Cuando el pasaje se hartó y muchos optaron por salirse, yo continué la improvisada ruta con el chofer del infierno. Mala idea.

El pobre inberbe bajó del camión a comprarse una Coca. Volvió como a los cinco minutos. Ach. Yo estába harta, enojada, triste, extrañando mi vochito feliz. Decidí bajarme... era mejor opción caminar que seguir en dirección a quién sabe dónde (posiblemente a casa de los malparidos escuincles).

-Aquí me bajó- mascullé
-No güerita, aquí no hay parada- refutó el niño chofer
-¡Pero si te acabas de bajar por una Coca!- exclame exasperada
-Otsss... ps se hubiera bajado entonces
-Arrrggghhhh
-Ora que lleguemos a la esquina se baja
-No la vayan a robar- sentenció el segundo al mando
-Arrrgghhhhh, mira, ya te pasaste de mi casa, yo no iba al metro, déjame bajar aquí

La gente no profería palabra alguna, parecía que venía sola en el Trasporte maldito.

-Ya le dije que aquí no se puede
-La bajamos en la esquina- repuso el segundo
-No se enoje, se veía más bonita cuando subió
-¡AAAAAAAAAARRRRRRRRRRRRRRRRRRRGGGGGGGGGGGGGGGGGHHHHHHHHHHH! NO ESTOY PARA GUSTARTE Y YA BÁJAME

El pesero se detuvo casi milagrosamente. Bajé lo más rápido que puse mentanto madres y alegando otras cosas. Yo creo que uno saca todo su estrés mientras viaja en el transporte público. Ya ni vi una película cuando por fin, tras una exhaustiva jornada de transporte, lo tenía más que merecido.

 
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