lunes, mayo 26, 2008
Cuando era más joven, en época de invierno hacía con mi aliento tibio pequeñas nubecitas de vaho por la escuela, por la calle, por la casa... en el recreo, en la comida, en misa... siempre. A veces pretendía ser un tren, algunas otras fumaba un cigarro imaginario que en verdad si sacaba humo. En los viajes largos de carreteras interminables, usaba los cristales del coche como hojas de cuaderno, mi dedo era el pincel y el vaho, la tinta con la que formaba toda clase de sandeces. Varias veces fui castigada por llenar de grasa de piel los cristales, que quedaban empañados por tanta tontería.
Yo sacaba humo y nubes y vapor y cielo de adentro. Yo tenía el universo en las entrañas.
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