Peiser stories

lunes, mayo 19, 2008

Odio manejar. Lo aborrezco tanto como al café frío o las cervezas calientes. Lo odio. Simplemente ya no sé qué es peor: manejar o el transporte público.

Hace unos meses de mucha lluvia y pocas ganas de salir, fui a un remotísimo lugar del que regresar eran ganas de teletransportarse o morir. Primero metro en hora pico. Blargghh. Sudor ajeno, cuerpos pegados, calientes y húmedos. Bolsas que raspan, niños llorando y no falta el que te agarra la nalga (o lo que se encuentre en su camino).

Cuando salí mi ropa estába húmeda, después se secó. Mi ropa quedó tiesa. Argggghhhh.

Me bajé en División del Norte, caminé hacia eje 6 pensando en tomar el pesero que me deja en la esquina de mi casa. La gente aglomerada en la esquina, se subió de golpe al primer camión que se paró. Decidí esperar entonces al siguiente. Fue una malísisisisisisisima idea. El chofer tenía diciseis años, quizá un poco más. Su ayundante, que venía trepado como un mico sobre la caja del motor aparentaba más edad, pero a juzgar de su comportamiento le calculé menor edad que la del chofer. Me recibió las monedas con un piropo ilegible. No le di importancia. El camión no venía vacío pero quedaban algunos asientos libres. Me senté y me puse los audifonos esperando llegar a mi casa, cenar, tal vez ver una película y después dormir. Me vi en la cama.

El tiránico púber que manejaba la "unidad", trataba a las personas con el mayor desprecio posible. A una señora entrada en años le aventó el cambio, éste rodó y se cayó del pesero. El mozalbete alegó que no fue su culpa y la dejó sin moneditas. Ach.

A la altura de eje 6 y la Viga dimos un giro inesperádo que nos sacó de la ruta. Dimos vuelta a la izquierza y después sobre Eje 5 en sentido contrario. Nos fuimos así hasta que al maldito púber casi lo detiene una patruya y dimos vuelta en una calle extraña, solitaria y misteriosa. Odié al chofer con todo mi hígado.

Cuando el pasaje se hartó y muchos optaron por salirse, yo continué la improvisada ruta con el chofer del infierno. Mala idea.

El pobre inberbe bajó del camión a comprarse una Coca. Volvió como a los cinco minutos. Ach. Yo estába harta, enojada, triste, extrañando mi vochito feliz. Decidí bajarme... era mejor opción caminar que seguir en dirección a quién sabe dónde (posiblemente a casa de los malparidos escuincles).

-Aquí me bajó- mascullé
-No güerita, aquí no hay parada- refutó el niño chofer
-¡Pero si te acabas de bajar por una Coca!- exclame exasperada
-Otsss... ps se hubiera bajado entonces
-Arrrggghhhh
-Ora que lleguemos a la esquina se baja
-No la vayan a robar- sentenció el segundo al mando
-Arrrgghhhhh, mira, ya te pasaste de mi casa, yo no iba al metro, déjame bajar aquí

La gente no profería palabra alguna, parecía que venía sola en el Trasporte maldito.

-Ya le dije que aquí no se puede
-La bajamos en la esquina- repuso el segundo
-No se enoje, se veía más bonita cuando subió
-¡AAAAAAAAAARRRRRRRRRRRRRRRRRRRGGGGGGGGGGGGGGGGGHHHHHHHHHHH! NO ESTOY PARA GUSTARTE Y YA BÁJAME

El pesero se detuvo casi milagrosamente. Bajé lo más rápido que puse mentanto madres y alegando otras cosas. Yo creo que uno saca todo su estrés mientras viaja en el transporte público. Ya ni vi una película cuando por fin, tras una exhaustiva jornada de transporte, lo tenía más que merecido.

0 recuerdos a la cajita:

 
Cajitas Chinas - by Templates para novo blogger